“Las batallas contra las mujeres  son las únicas que se ganan huyendo” Napoleón Bonaparte

Estoy en buena medida de acuerdo con Bonaparte, sin llegar al colmo de huir, pero creo que en una discusión con una mujer, debe ser el hombre doblemente respetuoso. (Si por esto me acusas de machista, lo asumo).

Soy irremediablemente defensor de la mas estricta caballerosidad, y pensó que no subestimamos en nada a una muchacha cuando la tratamos con delicadeza. Esto no quiere decir que dejemos de discrepar con ella, si es necesario, o de enseñarle críticamente algo, pero podemos hacerlo sin alzarle el tono de voz, ni emplear palabra dura y, mucho menos, tener un gesto grosero. 

El escritor Oscar Wilde afirmaba que parte del encanto de una mujer radica en hacer deliciosos sus errores; lo que si bien alaga hasta en lo negativo a las féminas, no deja de tener cierto tufillo a ironía acerca de sus posibles artimañas seductoras. Las tradiciones le han dado a la mujer la imagen de engatusadora, una especie de malignidad congénita de la que hay que cuidarse.

Sobre ese don escribió George Bernard: la mujer sabe esperar al hombre pero como la araña a la mosca. Es una especie de mitología milenaria que sataniza el coqueteo femenino y recrea una monstruosidad basada en la astucia para atrapar al hombre. Más lejos va el siguiente anónimo: algunas mujeres se sonrojan cuando las besan, otras llaman a la policía, otras muerde. Pero las peores son las que se ríen. Esta frase debe ser de un pobre que anda por las calles con el garrote a cuesta preguntándose por que no acaba de aparecer un dinosaurio.

Yo te propondría, que te armaras de valor y desafiaras, con gestos, a grosería que deambula por nuestros días. Siempre habrá alguien que se burle, pero no te preocupes, ese no vale tu trato. Te puedo dar incluso algunos pequeños trucos galantescos, como el de tomar ligeramente por el codo a una muchacha cuando tiene que subir un peldaño, descender un contén, o pasar por uno de esos bachecitos no muy inusuales en la calle, un camino, una acera. Si das con una feminista se molesta, entonces te tocara explicarle que ella no es inferior por que tengas esa diferencia; estas, precisamente, mostrando un respeto hacia su genero. 

Mi madre me enseñó que cuando voy por la calle conversando con una mujer siempre debo colocarla del lado interior, asi mismo si te sientas en un ómnibus, es una idea como de protección, podría parecer hasta algo machista, pues, ese concejo iba acompañado de una frase: si la llevas por fuera la estas regalando, lo cual conlleva implícito un posesivo: que esa mujer es tuya. Pero en realidad no es mas que una forma de evitar cualquier tipo de situación desafortunada para la femina que tu yo no vemos ya como posesión privada si no como máxima elevación de la belleza. 

Un amigo trovador decía: 

Una mujer se miro en el espejo, tan harta ya de ser caricatura, que se borro los trazos de su cuerpo, hizo estallar su piel y su cordura. 

No son pocos los que buscan en la mujer solo atracción física, despojada de su espiritualidad e inteligencia. Esto también afecta al hombre, pues incitado constantemente a buscar solo sexo, pierde el horizonte del amor, cree que las mujeres solo existen para complacerlo en la cama, y ese egoísmo y superficialidad proporciona que ofrezca muy poco, que su gose sea primitivo, y por tanto, la felicidad se le aleje.

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